Su
Santidad,
Sus Excelencias,
Queridos hermanos y hermanas,
Señoras y señores,
Sus Excelencias,
Queridos hermanos y hermanas,
Señoras y señores,
Nosotros
durante dos horas hemos tenido una discusión abierta, con pleno entendimiento
de la responsabilidad para nuestras Iglesias, para nuestro pueblo creyente,
para futuro del cristianismo y para futuro de la civilización humana. Fue una
conversación con mucho contenido, que nos dio la oportunidad de entender y
sentir las posiciones de uno y otro. Y los resultados de la conversación me permiten
asegurar que actualmente, las dos Iglesias pueden cooperar conjuntamente
defendiendo a los cristianos en todo el mundo; y con plena responsabilidad,
trabajar conjuntamente, para que no sea guerra, para que la vida humana se
respete en todo el mundo, para que se fortalezcan las bases de la moral
personal, familiar y social, y que a través de la participación de la Iglesia
en la vida de la sociedad humana moderna se purifique en nombre de nuestro
Señor Jesucristo y del Espíritu Santo.
Santidad,
Eminencias,
Reverencias,
Eminencias,
Reverencias,
Hablamos
como hermanos, tenemos el mismo Bautismo, somos obispos. Hablamos de nuestras
Iglesias, y coincidimos en que la unidad se hace caminando. Hablamos
claramente, sin medias palabras, y yo les confieso que he sentido la
consolación del Espíritu en este diálogo. Agradezco la humildad de Su Santidad,
humildad fraterna, y sus buenos deseos de unidad.
Hemos
salido con una serie de iniciativas que creo que son viables y se podrán
realizar. Por eso quiero agradecer, una vez más, a Su Santidad su benévola
acogida, como asimismo a los colaboradores - y nombro a dos-: Su Eminencia el
Metropolita Hilarión y Su Eminencia el Cardenal Koch, con todos sus equipos que
han trabajado para esto.
No quiero
irme sin dar un sentido agradecimiento a Cuba, al gran pueblo cubano y a su
Presidente aquí presente. Le agradezco su disponibilidad activa. Si sigue así,
Cuba será la capital de la unidad. Y que todo esto sea para gloria de Dios
Padre, Hijo y Espíritu Santo, y para el bien del santo Pueblo fiel de Dios,
bajo el manto de la Santa Madre de Dios.
Hernán Castro Rodríguez, Editor de Vemos y Escuchamos.
Notas y referencias; pulsoslp.com.mex, www.gramma.cu, w2.vatic, Biblioteca virtual.
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